Por Satosky Terrero Galarza
La sonrisa vuelve a adornar el juvenil rostro de Edgar Sosa. Siete meses después de sufrir una lesión que malogró tanto su espíritu como su físico, Sosa ha cambiado la forma de mirar la vida. “Tomo todo con más calma ahora”, dice. El armador de la selección dominicana de baloncesto está de regreso. A unas pocas semanas de volver a jugar el deporte de sus amores, con el físico, el alma y la mente más fuerte que nunca. Atrás quedaron esos aciagos días de depresión cuando las cuatro paredes de una fría habitación en Nueva York fueron testigos de los momentos más duros y tristes en su vida.