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Por Bruno Altieri
ESPN.com
Los Hawks funcionan dentro de la lógica de los equipos invisibles de
la NBA. Se aferran con uñas y dientes al séptimo puesto de la
Conferencia Este, pero sus méritos no parecen formar parte de los
artilugios de venta del mundo NBA.
La fisonomía del producto parece formar parte de un terreno de colores que está a una distancia estratosférica de Atlanta.
Al Horford,
el hispano más destacado de lo que va de temporada, es una de las
víctimas de un entorno que no lo favorece. Es un héroe del silencio, un
jugador que hace mucho y se le reconoce poco. Un centro diferente, capaz
de superar la adversidad de centímetros merced a atributos conceptuales
del básquetbol que se acoplan a una actitud envidiable.
Horford
hace lo que los demás no miran. O mejor dicho, prefieren no ver. Es el
truco de magia que se encierra en el puño apretado para que el resto, en
la otra mano, gane el aplauso general al descubrirse.
Sacrificio en
función del bien común. El ala-pivote de Puerto Plata, tierra de
leyendas del béisbol, juega para el equipo, con todo lo que eso
significa. Lo ha hecho siempre, y en esa construcción del aspecto grupal
se desnuda su talento individual; da un paso al frente por lo que él
mismo genera, sin necesidad de imponerse ante el público a los
empujones. No fuerza jamás una situación.
Horford
es un profesional de perfil bajo. Es un Clark Kent que, noche a noche,
se transforma en Superman sin que nadie alerte la inevitable mutación.
Los
grandes jugadores están hechos de un material tan noble como escaso.
Tienen la capacidad de dar un paso atrás para que el resto se luzca, y
dar un paso al frente cuando el resto se esconde. El click está
incorporado en sus genes. Eso permite convertir lo normal en
extraordinario. Despierta la transformación del alfil en rey
incuestionable. Horford, en este laboratorio, es un envase que mezcla
talento y perseverancia en dosis exactas.
Horford
atraviesa el mejor momento de su carrera, pese a que la mayoría ni
siquiera lo mencione. Su juego es increíblemente efectivo en una Liga
histérica, que le demanda a gritos que haga lo que él no necesita hacer
para lucirse. Defensa, actitud y liderazgo están en la primera página
del diccionario escrito por el ala-pivote dominicano. Y esto es curioso,
porque una gran parte de los espectadores tipo de la NBA considera que
estos atributos -fundamentales, por cierto- son accesorios de
complemento en el universo de las estrellas-franquicia.
De todos modos, ¿imaginan lo que sería este hombre si jugase en un equipo como Los Angeles Lakers, New York Knicks o Miami Heat? Las repercusiones -y la exposición- se abrazan a las reglas del juego.
Josh Smith
es en Atlanta, para el punto de vista comercial, un jugador mucho más
vendible que Horford. Su estilo es polifacético, su carácter es
problemático y su despegue como una langosta hacia el aro sirve para
confundir espectacularidad con eficiencia. Es el mensaje que se
desparrama con una lógica escalofriante: dar al público lo que el
público quiere ver, sin importar lo que deba ser.
La
única verdad es la realidad. Y en ese terreno, Horford es una gema para
cualquier entrenador que lo tenga bajo su mandato. Domina al equipo en
puntos (17.3) y rebotes (10.0). Como nos informa el departamento de
estadísticas de ESPN, es uno de los 10 jugadores calificados de la Liga
que promedia al menos 10 puntos y 10 rebotes por aparición.
No
sólo eso: desde febrero, Horford promedia 22.1 puntos y 11.1 rebotes
por juego, con 61.4 % en tiros de campo (14 encuentros). Una auténtica
locura. Pero en materia de asombro, tengo algo más bajo el brazo que
roza el escándalo: lidera a los Hawks en dobles-dobles con 34 y está
sexto en toda la NBA en ese apartado.
Como nos
informa Ernest Tolden de ESPN Research, los Hawks son muchísimo mejores
con Horford en cancha. Cuando el ala-pivote dominicano está sobre el
parquet, Atlanta promedia 97.6 puntos cada 48 minutos y lanza 47.3% de
cancha. Cuando Horford está fuera, los Hawks promedian 91.8 unidades
cada 48 minutos con 43.1% en TC.
Horford tiene un
excelente juego de poste alto y poste bajo. Se mueve bien de espaldas y
tiene un gran tiro de media distancia de frente al aro. Además, posee
piernas elásticas para moverse dentro del trapecio, lo que le permite
destacarse en el desplazamiento lateral y el sprint vertical contra
rivales superiores en talla.
En sólo 15 días,
Horford rompió dos marcas maravillosas: Anotó 34 puntos, bajó 15 rebotes
y puso cinco tapas en la victoria 102-91 ante Utah. Se convirtió, de
esta manera, en el primer jugador de los Hawks en sumar 30, 15 y cinco
bloqueos en un partido de serie regular.
Dos días
antes, anotó 23 puntos y 22 rebotes en la victoria de Atlanta 102-91
ante Detroit. Fue la tercera vez que Horford logró un partido de 20-20,
algo que sólo logró otro jugador de Hawks -seis veces- entre 1996 y
2001: Dikembe Mutombo.
Horford ya figura en los libros de los Hawks con un sustancioso contrato y seguramente Danny Ferry,
junto al resto de la gerencia, tendrán en claro que se debe construir
en conjunto -no alrededor, a no equivocarse- de este hombre.
El
ala-pivote dominicano pertenece a la nueva clase de centros versátiles
de la Liga. Un cuatro transformado en cinco de acuerdo a las
necesidades. Modificar posición es algo complicado al extremo, sin
embargo Horford lo ha hecho parecer muy fácil. No lo digo yo: abundan
ejemplos en la NBA que defienden esta premisa.
Mientras
el mundo mira hacia tierras más prometedoras, Horford sigue haciendo su
trabajo a la perfección. Por ahora, afila sus armas como un héroe del
silencio.
Tarde o temprano, llegará el reconocimiento unánime. Por más que se intente con ganas, no se puede tapar el sol con una mano.
Es sólo cuestión de tiempo.
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