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LONDRES -- La selección brasileña ganó por 82-88 a España en uno de
los partidos más extraños de los últimos años, porque no quiso guerra
durante 37 minutos pero acabó ganando tras un final esperpéntico en el
que la selección española desapareció.
El partido de
la sospecha pareció despejarse rápidamente porque Brasil no quiso
entrar en la guerra. Adquirió un papel secundario, se dejó llevar por el
marcador y admitió el dominio de España.
El equipo
español salió dispuesto a ganar y al ver la poca oposición que tuvo
enfrente decidió adaptarse y dar más minutos a los menos habituales.
Los
datos hablan por sí solos. 12 de 27 tiros de dos y 3 de 10 en triples
al descanso de los brasileños. Y un dato definitivo: al inicio del
segundo cuarto ni un solo de los titulares de ambos equipos estaba en
pista.
Así las cosas la tensión del partido fue
mínima y la frialdad de la pista se trasladó a las gradas. Los 8.342
espectadores se divirtieron más haciendo la ola o cantando canciones que
con el espectáculo que se les dio.
Pau Gasol, que
se convirtió en el máximo anotador histórico de la selección española en
los Juegos Olímpicos y ya suma 417, anotó once de los dieciséis puntos
anotador por el equipo tras seis minutos de juego, 16-11.
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