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LOS ÁNGELES --Puede que los jugadores de Los Angeles Lakers
no quieran confesarlo, aunque lo cierto es que la franquicia angelina
tiene un sólo imperativo esta temporada: ganar el anillo de campeones de
la NBA; lo contrario sería un fracaso no sólo deportivo, sino
económico, que podría finalizar con la descomposición de uno de los
quintetos más fuertes de la liga.
Un castillo de naipes
es capaz de caerse con un soplido igual que un gigante flojea con pies
de barro. De esta manera se podría describir la situación que vive el
conjunto angelino, que se enfrenta a una de las cargas económicas más
cuantiosas de su historia para mantener un plantel como el que acaba de
construir este verano, y es que contar con Steve Nash, Dwight Howard, Kobe Bryant y Pau Gasol es un lujo al alcance de muy pocos.
Bien
es cierto que embarcarse en la aventura de hacerse con los servicios de
todos ellos es sinónimo de poderío y gran respaldo financiero. Si el
propietario, Jerry Buss, y el gerente general, Mitch Kuptak, aceptaron
la empresa, es porque pueden, pero el coste es tan elevado que la
apuesta del todo a uno es de lo más arriesgada. Nadie asegura que los
éxitos deportivos vayan a ser una realidad y está por ver si la práctica
refleja lo que potencialmente son capaces de hacer sobre el papel. Pero
vayamos por partes.
Sobrepasar el límite salarial
supondrá a los Lakers un pago adicional de 30 millones de dólares el
próximo verano debido al impuesto de lujo. Los salarios de los cuatro
mosqueteros angelinos ascienden a aproximadamente 75 millones de dólares
y las nóminas de todo el plantel de los Lakers rozan los 100 millones
de dólares. El impuesto de lujo se paga a partir de los 70,3 millones,
por lo que en menos de un año, los angelinos deberán hacerse cargo de
cerca de 30 millones (un dólar por cada dólar que se sobrepasa el
impuesto de lujo).
En la temporada 2013-14 la franquicia sentirá un incremento bastante
notable de dicha tasa, y es que esos 30 millones de impuesto de lujo
supondrán a los Lakers 85 millones de dólares, mientras que en la
siguiente campaña, la reincidencia en la superación del límite haría que
por la misma cantidad se paguen 115 millones de dólares por el impuesto
de lujo. Hablando en plata, si la directiva decide que este grupo
permanezca unido durante tres temporadas, el total, si se mantuvieran
estas cifras, sería de 530 millones de dólares entre sueldos e impuesto
de lujo. Sí señor, un lujo.
Aún está por ver el
resultado de que muestran estos Lakers renovados y si los eslabones de
la cadena funcionan como la afición espera. Ya se sabe que al 'Big
Three' de Miami Heat
le costó un año el afianzarse como los líderes de la NBA (lograron el
anillo en la segunda temporada). La campaña pasada consiguieron acallar
las bocas de todos aquellos que clamaban contra la franquicia de Florida
apuntando al fracaso de una operación abusiva en opinión de muchos.
Veremos cuánto tardan los Lakers en lograr dicha gesta.
En
caso de que los angelinos no consigan el anillo este año, la plantilla
podría verse resquebrajada. Todo apunta a que Howard firmará la
extensión el año que viene, y es obvio que, salvo catástrofe, Kobe
Bryant nunca dejará de ser la pieza clave en el tablero del equipo. Otro
gallo podría cantar para Steve Nash y Paul Gasol. El ex de Phoenix Suns
tiene una prueba de fuego, aunque su salario sea el más bajo de los
cuatro (Bryant: 27,8 millones; Howard: 19,2 millones; Gasol: 19 millones
y Nash: 8,9 millones), tiene que demostrar que su veteranía (y edad) es
un punto positivo y no un lastre, y por ello su sintonía con Howard y
el resto de sus compañeros será clave para no caer en la quema. El que
apunta a estar de nuevo en la cuerda floja sería Pau Gasol, el eterno
interrogante que siempre acaba por quedarse y convencer a propios y
extraños de que su puesto es fundamental en el equipo; además de tener a
Bryant en su aliado más especial.
Metta World Peace también podría ver peligrada su continuidad si los Lakers no se enfundan el anillo, así como Steve Blake.
Un mal papel de los oro y púrpura y la continuidad de los pesos pesados
supondrían una mala gestión de la organización, que afrontaría pérdidas
millonarias. Entonces los pies de barro tambalearían al gigante que
ahora son los Lakers y las expectativas se tornarían en decepción. De
ahí el imperativo del éxito, la obligación del coach, Mike Brown, de
ensamblar a la perfección a unos jugadores destinados a entenderse e
inevitablemente expuestos al fracaso.
Sólo el tiempo
decantará la balanza de uno u otro lado y decidirá si el lodo de los
pies del gigante acaba cimentándose o diluyéndose en expectativas y
papel mojado.
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Gonzalo Aguirregomezcorta
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