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Es agotador ver tantos titulares críticos en momentos auspiciantes, y
tantas líneas elogiosas cuando el río viene revuelto. El mundo del
básquetbol ha vivido equivocado desde hace un buen tiempo en lo que a
Knicks se refiere.
La Gran Manzana luce como un
escenario vestido por David Copperfield: una gran ilusión óptica en la
que héroes y villanos cambian de disfraz en una fiesta que, a todas
luces, se exhibe interminable.
Tras varios años
navegando en la desgracia, con Isiah Thomas como Capitán Ahab de una
obsesión tan obtusa como recurrente, los Knicks cambiaron el rumbo. Es
cierto, Mike D'Antoni era el hombre equivocado en la ruta acertada, pero
con la llegada de Mike Woodson como entrenador en jefe, New York empezó
a sembrar el fruto que más tenía que ver con su tierra.
Fanáticos de New York, dejen de lagrimear de una buena vez por Jeremy Lin.
Una estupenda historia, de las mejores de los últimos años, pero un
mundo de fantasía en una ciudad que necesita un baño de realidad con
suma urgencia.
Los Knicks han conformado un equipo
serio, que por primera vez piensa en trabajo en equipo y no en la lógica
absurda de las estrellas, el marketing y el escándalo publicitario.
Según un estudio matemático de la revista Bloomberg Businessweek magazine
que rescata Ian Begley de ESPNNewYork.com, los Knicks figuran, en los
últimos cinco años, como el equipo 116 de 122 en "gastadores
inteligentes" en todos los deportes profesionales estadounidenses.
El dueño James Dolan se ha dado cuenta que es momento de hacer un mea culpa, barajar y dar de nuevo.
Cuando llegaron Carmelo Anthony y Tyson Chandler
a la franquicia de New York, la química previa se evaporó en un
chasquido de dedos. Un vehículo armónico le dio lugar a un híbrido
carente de trascendencia. Con Anthony y Chandler habían conseguido un
volante y una caja de cambios de un deportivo de lujo, pero el resto de
los elementos tenían el rodaje de un triciclo a pedal.
No
se puede tener a Melo en una esquina y decidir que Lin sea tu arma
nuclear. Definitivamente, es un insulto a la inteligencia. Es el rasgo
evidente de que amor y negocios no deben ir jamás de la mano.
En
esta temporada, la lección parece haber sido comprendida. Cada jugador
cumplirá un rol adecuado en un conjunto que, si engrana a tiempo, será
de temer. Muchos se han encargado de destruir a la directiva por la
veteranía contratada, pero es justamente eso lo que necesita New York
para ir en busca de algo grande. Un adolescente jugando a ser una
persona mayor, siempre será un adolescente.
Pensar que por tomar un par
de tiros de último segundo o por gritarle fuerte a un compañero se está
tomando decisiones de hombre maduro, es como concluir que un simple
disfraz transforma a una persona en un cowboy. Vaya tontería.
Los Knicks están ante la chance de volver a ser un equipo
dominante en un mercado millonario, porque harán valer a sus estrellas
por el valor que verdaderamente tienen. Empecemos por el puesto de base
para entender por qué Woodson es un hombre muy, muy inteligente. No sólo
trajo a Jason Kidd, sino que aprovechó la mala temporada de Raymond Felton para repatriarlo, agregando como joya oculta al argentino Pablo Prigioni.
Los tres, a su manera, son jugadores de primera línea. Kidd es el líder
que necesita Anthony a su lado, porque puede decirle cualquier cosa sin
que Melo ensaye sus habituales caras largas. Le enseñará a atacar y a
defender, porque el talento por sí solo coquetea pero no concreta. Hay
un juego de criterios que carga Kidd no se empañan con la edad: tienen
que ver con la capacidad de imponer una idea civilizada en una jungla de
leopardos embravecidos.
En la temporada pasada vimos ridiculeces que se corregirán muy rápido. Recuerdo haber visto jugar a J.R. Smith,
por momentos, haciendo las veces de armador. Eso es, palabras más,
palabras menos, como poner un inodoro en el líving y jactarse de tener
buen gusto. O peor aún: comparar ese inodoro con un cuadro de Velásquez y
horrorizarse, sin darse cuenta que el gran error es pensar que son
objetos con puntos de contacto.
Trayendo bases
naturales, la columna vertebral cobra sentido y los Knicks dejan de ser
un equipo surrealista. El sueño, entonces, cobra equilibrio. Smith e Iman Shumpert pasan a ser escoltas naturales, Anthony se transforma en el hombre equilibrio, Amare Stoudemire
en el cuatro anotador que puede jugar pick and roll y Chandler en el
cinco defensivo natural. Recuerden que Kidd y Chandler formaron el combo
base-centro que le dio a Dallas Mavericks
el título en 2010-11. Es un equipo que puede correr y que puede jugar,
también, ofensiva estacionada, según qué jugadores estén en cancha.
La
clave de estos nuevos Knicks será la defensa. Es curioso pensarlo si
tenemos en cuenta que en la época de D'Antoni el sólo hecho de hablar de
juego sin pelota causaba una alergia generalizada en el ambiente.
Ahora, Woodson trabaja fuertemente en ese aspecto y será trascendental
ver cómo evolucionan en este rubro Anthony y Stoudemire, dos estrellas
que jamás fueron determinantes a la hora de controlar rivales. La
llegada de Ronnie Brewer, Marcus Camby y Kurt Thomas intensifican esta idea, dándole profundidad al equipo con una construcción de muralla.
"Creo
que jugaron buena defensa al cierre del año pasado. Será interesante
ver a Felton de regreso para ver cómo presionan el balón y también
teniendo en cuenta que Shumpert está fuera por lesión. Brewer le da
longitud y velocidad, y Camby tiene una carrera impresionante en
defensa, además de ser extremadamente inteligente en cuestiones
generales. Defensivamente, en combinación con Chandler, pueden ser
dominantes en tapas, aportando inteligencia en la línea trasera. Y en
algunas ocasiones pueden jugar juntos. No creo que sea lo ideal por el
aspecto ofensivo, pero en algunos momentos, lo pueden hacer", le dijo
Jeff Van Gundy, ex coach de Knicks, a Jared Zwerling de ESPNNewYork.com.
En
ofensiva, Felton y Prigioni pueden jugar pick and roll, mientras que
Kidd es un base de características diferentes, sobre todo a esta edad.
Felton ataca más el aro mientras que Prigioni sabe abastecer mejor a sus
compañeros en la descarga. Será habitual ver a Steve Novak
como el tercer jugador libre del pick and roll, aprovechando las ayudas
de su defensa para recibir y tomar tiros cómodos. Anthony puede jugar
también como un cuatro pequeño en determinadas situaciones y Smith y
Brewer -además de Shumpert cuando regrese- pueden dividir minutos como
escoltas.
Estoy sorprendido de que la mayoría den
por terminados a estos Knicks que, a decir verdad, han armado por
primera vez en años un equipo profundo, con posiciones definidas y con
chances de jugar diferentes estilos de básquetbol sin sufrir agujeros
negros en ninguna parte de los juegos. Este equipo resulta inteligente
en un historial que ubica a los Knicks como la franquicia más ridícula
de los últimos años.
Si Woodson logra ajustar la
defensa y no sufre lesiones preocupantes de sus hombres estelares en el
camino, esta será la pista de despegue de los Knicks en busca de algo
grande.
Dicho esto, ajústense los cinturones.
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Bruno Altieri
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