En lo que va de postemporada, LeBron James ha demostrado ser, a comparación de su versión de años anteriores, un jugador completamente diferente dentro de la cancha.
No ha perdido su potencia abrumadora para penetrar, tampoco su lanzamiento efectivo desde media y larga distancia y a nadie se le cruzaría por la cabeza decir que no pasa el balón con maestría.
Entonces, ¿por qué no logró imponer sus virtudes en los cierres de los juegos en anteriores instancias de playoffs? Es una pregunta válida, pero la respuesta es casi obligada: su modificación rotunda tiene que ver con el momento para llevar adelante cada una de sus habilidades especiales.
Todavía existen escépticos respecto al trabajo que lleva adelante Erik Spoelstra en Miami Heat. Mirar para el costado y evitar enfocarse en todo lo que le ha dado Spoelstra a este equipo -y a sus célebres estrellas en particular- es tratar de defender lo indefendible. Es mirar a la pared para evitar el resplandor de lo evidente.
James es un jugador completamente distinto a lo que fue en Cleveland Cavaliers. No estamos diciendo que haya girado 180 grados su actitud y que ahora sea un maestro del protocolo tras el papelón de su salida con Dan Gilbert y los fans de su ex franquicia, sino que nos estamos centrando exclusivamente en su faceta deportiva.
Y su crecimiento, aquí, no tiene mayor discusión. No sólo ha sido una de las caras visibles de la defensa asfixiante del Heat ante Boston Celtics y Chicago Bulls, sino que ha sido el emblema de los cierres en cada uno de los juegos.
Ni trampa ni cartón, ha sido todo de LeBron. Si analizamos sus números en los minutos finales de esta postemporada (hablamos de los cinco últimos minutos de los partidos con margen de diferencia de cinco puntos o menos) James ha jugado a un nivel increíble: ha tomado 31 de los 63 tiros de su franquicia (49-2%).
Según nos comunica el departamento de estadísticas de ESPN, James ha estado con 15-31 (48.4%) en este espacio de tiempo, Dwyane Wade con 6-18 (33.3%), Chris Bosh con 5-9 (55.6%) y el resto del equipo con 3-5 (60.0%).
En ese margen de tiempo definitorio, LeBron anotó 34 puntos en 28 minutos disputados entre Semifinales y Finales de Conferencia, tomando cinco partidos en los que sucedió una definición con lo justo ante Celtics y Bulls, y todos los juegos terminaron con triunfo del Heat.
Me interesa compartir con ustedes una tabla que nos trae el Elías Sports Bureau sobre la diferencia en el 'crunch time' (cinco últimos minutos de los partidos con margen de diferencia de cinco puntos o menos) de James entre serie regular y playoffs:
James en el 'crunch time' esta temporada
Serie regular/1° ronda Semifinales/Finales del Este
% de TC 41.4 59.1 (13-22)
% T3 21.7 62.5 (5-8)
Pts. por minuto 0.91 1.2 (34/28)
Todos estos números explican la consecuencia de algo, pero no la causa. Lo que sucedió para que James mejore de esta manera pasa exclusivamente por una decisión de juego del Heat evaluada previamente y ejecutada por sus mejores actores.
James pasó de ser una locomotora sin freno rumbo hacia el aro, a tratar de emular a Magic Johnson desde el traslado. Cuando LeBron jugaba en Cleveland, no contaba con una segunda punta de lanza (Wade) o una tercera (Chris Bosh) que le permitiesen algo de respiro en su idea de evitar ser actor protagónico todas las noches.
La solidez anotadora de Wade principalmente -aunque Bosh ha crecido de manera notable en los últimos juegos- sumado al aporte del coro alrededor (Mike Bibby, Mike Miller, Udonis Haslem, etc.) le permite a James jugar liberado, ser una herramienta útil en el costado defensivo y tener energías suficientes para poder anotar los tiros decisivos en el final de los juegos. A veces pueden fallar los nervios, pero en un jugador de estas características es mucho más importante considerar qué tan bien llega desde lo físico al 'crunch time'.
Con el respeto que se merece, no es lo mismo tener a Wade que a Mo Williams para atacar. Ni hablar si comparamos a Bosh con Anderson Varejao.
Este freno en la velocidad de las ofensivas del Heat se refleja en los números. Si bien la defensa es notable (permiten 97.7 puntos cada 100 posesiones, lo mejor de un equipo sin Dwight Howard en las últimas cuatro postemporadas. Los Bulls lanzaron 37.2% de TC en ofensivas de mitad de cancha), la realidad es que el ataque ha sido notable: jugaron contra la mejor, la segunda mejor y la 10° mejor defensa de toda la NBA y promediaron 104.2 puntos cada 100 posesiones.
Parecería que el ataque es peor, pero lo que ha hecho Miami, con LeBron como máxima referencia en la organización de juego, es bajar el ritmo de acción. En la temporada regular, el Heat utilizó 93.2 posesiones por partido, mientras que en los playoffs ejecutó 88.5 por aparición.
"No soy mejor que Michael Jordan", dijo LeBron a la prensa, tras los elogios recibidos por parte de Scottie Pippen, ex compañero de MJ en los Bulls en la decada de los '90, quien señaló que James podría ser "probablemente el mejor anotador que existió en el juego".
Está claro que James, un jugador que aún no ganó un campeonato, no es mejor que Jordan. De todos modos, yendo más a fondo, no creo que sean jugadores comparables, porque juegan en distintas posiciones y pertenecen a un mundo NBA completamente distinto. Más allá de esto, si la comparación hubiera tenido lugar, sus palabras serían tan acertadas como lo son ahora.
Queda claro que haberse unido a dos estrellas le sirvió para mejorar como jugador, para entender que a veces poder delegar sirve para que la rueda gire con más velocidad.
LeBron, hoy en día, es el hombre que apaga la luz en el Heat.
¿Podría haber logrado esto mismo en los Cavaliers o de tan solo pensarlo rozamos la utopía? La duda se mantiene firme y su decisión de haber dejado la franquicia será cuestionable in eternum.
Por lo tanto, disfrutemos del presente: el tiempo, utilizando caminos poco convencionales, se encarga siempre de poner las cosas en su lugar.
Bruno Altieri//ESPNDEPORTES.COM
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