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lunes, 7 de noviembre de 2011

NBA: ELLOS DISCUTEN PORCIENTOS: ¿Y LOS FANATICOS QUE?

En la vida real, no hay que ser Paul Auster para imaginar a la NBA, en un futuro cercano, como el país de las últimas cosas.

Dejemos de lado, por un momento, el dinero, pese a que nos encontramos desde hace algo más de cuatro meses leyendo cómo un grupo de millonarios se debate espada con espada en una arena llamada "economía en decadencia".

Pensemos en los fanáticos. ¿Alguién de los que se sienta en la mesa de abogados habrá pensado qué puede sentir un simpatizante de los Portland Trail Blazers? ¿Y uno de Boston Celtics? ¿Qué tal con Los Angeles Lakers? Cuando los pantalones de vestir le ganan a los cortos, todas estas nomenclaturas pasan a ser sólo camisetas suspendidas en el olvido.

Mientras dueños y jugadores discuten los ingresos globales de los segundos (oscilando, según las últimas informaciones, entre el 49 y el 51 por ciento ofrecido por los primeros), las canchas empezarán a pagar los precios de la discusión interminable.

Sólo los fanáticos ultra de la NBA esperan con ansias el comienzo de la temporada, pero todos aquellos que ven básquetbol sólo como una atracción en una oferta global -la gran mayoría, porque la NBA es espectáculo antes que todo lo demás- han empezado a cambiar de preferencia.

Seré tan drástico como amerita la situación: si no hay NBA, muchas personas verán la Liga inglesa de fútbol sin reparar en demasiados detalles. Tolerarán sólo un rato entender de qué van las discusiones de Derek Fisher, David Stern, Billy Hunter y compañía, pero al final del día, no se les caerá una lágrima para cambiar de canal y ver otras opciones: si uno va al supermercado y no encuentra su mayonesa preferida para condimentar una comida, puede lamentarse un día o dos, pero al tercero comprará un producto alternativo. Y se olvidará, hasta próximo aviso, que alguna vez disfrutó de la mayonesa.

La NBA es grande porque es un producto masivo -gracias al trabajo de mercadotecnia- dentro de un deporte que, a excepción de esta Liga, pertenece a una minoría. La NBA es Disney World, pero gracias a este lockout estamos empezando a conocer quién es debajo de la máscara el Pato Donald, Mickey Mouse, Goofy y demás personajes célebres del paraíso de la anaranjada.

El acuerdo económico no está lejos, pese a todo. Pero aquí todo pasa por irse con una victoria moral, psicológica. No alcanza con derribar al boxeador ubicado en el lado contrario, se trata de dejarlo en la lona, humillarlo, exhibirlo y luego someterlo al escrutinio público. La realidad es que el honor, mal entendido, lo único que hace es extender algo que ya debería haberse cerrado desde hace un buen tiempo.

David Stern puso el miércoles como fecha límite para las negociaciones. Las amenazas de descertificación impuestas por los jugadores hacen que la temporada completa de NBA esté en alerta roja. Mejor dicho, si esto sucede, todo lo que rodea el universo de la Liga estadounidense quedará recostado en el vacío absoluto.

La excepción de nivel medio y el impuesto al lujo, son dos puntos fuertes de discusión en la mesa que George Kohen, el mediador federal, no pudo ordenar en tiempo y forma. Ahora, los bandos se resquebrajan, ya que no todos los dueños piensan lo mismo, al igual que sucede con los jugadores.

En una encuesta publicada en ESPNdeportes.com, al cierre de esta columna un 69% de los fanáticos opinaba que la imagen de la NBA se había dañado para siempre con este lockout. Los seguidores del básquetbol estadounidense, conocedores a ultranza del tema, se están empezando a cansar de esta discusión. Es el grupo de los poderosos que somete al resto de los mortales a seguir día a día lo que pasa con sumas que, en la mayoría de los casos, suenan a escándalo.

En definitiva, los fanáticos son la parte de la historia que ambos bandos no están viendo. El básquetbol, y el deporte en general, no es un oasis inmune a cualquier tipo de sometimiento. Es cierto que el corazón de los fanáticos es flexible, pero en algún momento se rompe.

El refrán dice que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.
Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia.

Bruno Altieri/ESPNDEPORTES.COM/WWW.LIGAPLENITUD.COM

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