Por Guillermo Gorroño
ESPNdeportes.com
CÓRDOBA -- Duró 230 días el alejamiento del básquetbol de Fabricio Oberto. A dos meses del Preolímpico de Mar del Plata, que dará dos plazas para Londres 2012, el pivote cordobés acaba de anunciar su retorno a la Selección Argentina, equipo del que ha sido pieza vital desde 1995. Los problemas cardíacos que lo obligaron a retirarse cuando jugaba para Portland Trail Blazers, en la NBA, parecen haber quedado en la historia.
En diálogo exclusivo con ESPNdeportes.com, Oberto cuenta por qué cambió de opinión y de qué forma se está recuperando para formar parte de, quizá, la última escala de la inolvidable "Generación Dorada".
--Fabricio, ¿qué significa volver a jugar?
--Una ilusión que puedo hacer realidad después de tanto tiempo. Lo que menos siento en este momento es que estoy fuera de forma. Vengo trabajando bastante, no paso jornada sin hacer algo, todos los días transpiro... Creo que un mes con los chicos de la Selección me va a permitir ponerme en forma.
--¿Cuándo empezó a jugar en tu cabeza la idea del regreso?
--En febrero... Ojo que los 3 o 4 meses posteriores al retiro me sentí muy bien y no me arrepiento de nada; había conseguido reencauzar mi vida. En mi pensamiento, haberme retirado de la Selección en el Mundial de Turquía no estaba nada mal. Cuando dejé, pasé mucho tiempo sin mirar partidos porque me ponía en el lugar del base, del tirador y hasta del utilero sobre la forma que podía resolver alguna situación de juego. No podía mirarlos. Pero desde febrero cambiaron mis sensaciones, y desde entonces me pasé horas y horas mirando todo, desde las finales de la Liga Nacional hasta los playoffs de la NBA.
--¿Qué diferencias hay entre el 4 de noviembre del año pasado, cuando anunciaste el retiro, y la decisión que tomaste ahora de volver?
--Creo que en aquel momento la situación me sobrepasó. Varios días después de anunciar que dejaba el básquet tuve una reunión con el doctor Andrea Natale, el mismo que me hizo la ablación en 2009, y llegamos a la conclusión de que el corazón se había pasado de vueltas y que las causas, además de mi arritmia, habían sido externas. Cuando llegué a Portland me llevaron enseguida a un entrenamiento, a la noche jugué un partido, de ahí volé con el equipo a Los Angeles, de ahí a Nueva York y dos días después a Chicago, y enseguida a Milwaukee. El corazón me hacía "bum, bum, bum", se me entró a nublar todo. Ese trajín, sumados los cambios de horario, provocaron un desbalance en mi cuerpo. Sufrí mareos, síntoma de que había superado mi límite físico, como que el motor se apagó... Y me asusté.
--¿No tenés miedo de que la reacción que tuviste hace siete meses se repita?
--El grupo médico que tengo detrás asegura que no habrá problemas. Hablo periódicamente con ellos, desde Texas chequean los parámetros y vamos bien. Ojo, personas muy cercanas han dicho que me deje de joder. Y los entiendo: lo mío no es un esguince de tobillo, que me puede dejar rengo para toda la vida. Es algo más serio. Pero tengo fe en los profesionales que me asisten.
--¿A qué pruebas te sometiste para garantizar que no ocurrirá nada malo?
--Más que todo debí reiniciar los entrenamientos. Empecé corriendo 10-15 minutos y ahora estoy en un nivel de exigencia mucho mayor, siempre conectado a un Holter que monitorea la actividad cardíaca. Me hice resonancias, también me sometí a un Eco Stress, que es un ejercicio que consiste en llevar el corazón al máximo y más tarde analizarlo en reposo para ver cómo responde ante las distintas situaciones. Respondí bien a todos los exámenes.
--¿Qué papel tuvieron algunos compañeros, como Manu Ginóbili, por ejemplo?
--Los pibes son unos monstruos. Varios saben muy bien todo lo que pasé. Hablo seguido con Manu y le dije siempre que si podía estar en el Preolímpico, los iba a ayudar. No tengo más que gratitud hacia las palabras de apoyo que recibí, son mis amigos. Son un gran premio para mí.
--¿Hablaste con Julio Lamas acerca del papel que vas a tener en el equipo?
--Hablé un par de veces y Julio siempre aseguró que me iba a incluir únicamente si no había riesgos para mi salud, pero nunca tocamos el tema del papel que tendré en el Preolímpico. No es necesario. La relación que tengo con Julio no es de técnico-jugador. Igual es curioso cómo se cruzan nuestros caminos. Cuando asumió como entrenador del Tau Cerámica, en 1999, y pidió que me contraten, yo venía de cinco meses de inactividad tras el mal paso por el Olympiakos de Grecia. Ahora parece que Julio va a tener que sufrir el mismo clavo de nuevo, je...
--¿Qué extrañás de la alta competencia a los 36 años?
--El desafío de todos los días. Eso.
--¿Puede ocurrir que si Argentina se clasifica para Londres 2012 estirés este regreso hasta los Juegos Olímpicos?
--Los Juegos son algo único y puedo dar fe de ello porque tuve la suerte de estar en tres. Las chances de ir se verán más adelante, ni siquiera hemos clasificado todavía. Pero seguro que me gusta la idea. Londres, además, es una ciudad que me atrapa: leí un montón sobre su historia, su arquitectura, su música. Estaría muy bueno poder jugar allí, pero vamos de a poco. Todavía debo ponerme bien para Mar del Plata.
--¿Qué pasa si en estos días de preparación no te sentís a la altura? En el comunicado donde anunciás el regreso dejás abierta la puerta para no jugar el Preolímpico...
--Cuelgo las zapatillas, pero voy a dar lo máximo para estar... La operación de corazón provocó un click en mi forma de ver las cosas, empecé a disfrutarlas más. Y en el contexto de lo que más quiero, mi hija Julia ocupa el primer lugar, es la esencia de mi vida. Este regreso lo estoy disfrutando pero me falta mucho para estar al 110%, como me gusta estar a mí. Hoy voy a entrenar una hora, hago gimnasio, juego dos contra dos. Me siento como si tuviera 20 años, pero sé que no tengo 20, ¿eh? Tengo otras mañas y eso también es importante. Desde siempre el básquet fue mi vida y jamás pensé que había llegado a un techo. No me arrepiento para nada de lo que estoy haciendo. Creo que mi carrera todavía no terminó.
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