El nivel competitivo de la ACB es excelente. Probablemente el mejor de su historia. Tres de los ocho cuartofinalistas de la última Euroliga fueron españoles. El penúltimo campeón continental fue español - el Barcelona, un club que, por cierto, batió a los Lakers la pasada pretemporada. La clase media de la competición es fuerte. Los equipos de la cola se salvarían del descenso sin problemas en cualquier otra liga europea.
Sin embargo, la ACB está en crisis. Las audiencias caen al mismo ritmo que las anotaciones. El baloncesto conservador y dominado por los entrenadores es absolutamente hegemónico en la liga, al igual que en otros muchos países europeos. Los aficionados al baloncesto en España siguen a la selección y consumen cada vez más NBA, pero dan la espalda en buena medida a la ACB. Los ratings de la liga norteamericana no son altos dado que que se emite en horarios de madrugada y pocas veces en abierto, pero en la calle la NBA domina claramente a la competición doméstica. No se ven chicos con camisetas ACB (muchas ellas con diseños estrepitosos, por cierto), pero sí muchas de Pau Gasol, Kobe Bryant, Dwight Howard o Paul Pierce.
La NBA es un producto de creciente éxito. El baloncesto ACB es como el cine iraní: es de alto nivel y gana premios, pero al gran público le aburre.
El producto es difícil de vender. Y además, generalmente, no se vende bien. El acceso de los periodistas a los jugadores es complicado en muchos clubes. Los jugadores aportan poco a la hora de promocionar la liga. Las personalidades coloridas que son habituales en la NBA no se ven a menudo en la ACB. Una rueda de prensa de una estrella nacional es habitualmente tan anodina como muchos de los partidos. No se hace suficiente por conquistar el interés del aficionado en un país en el que, con figuras mundiales en muchas especialidades, la gente tiene gustos más variados a la hora de ver deportes que antes, cuando quizá sólo el baloncesto y el ciclismo hacían algo de sombra al fútbol.
Según Julián Felipo, redactor de la respetada sección de basket del diario catalán Mundo Deportivo, la carencia de ídolos es uno lo de más graves problemas de la liga.
"No hay ídolos ante todo porque el sistema no propicia que se sepan vender," dice Felipo. "Mira la maquinaria que ha puesto en marcha Minnesota desde que se anunció el fichaje de Ricky Rubio. Compáralo con los clubes que están vendiendo abonos y ni saben con qué jugadores van a contar, qué extranjeros van a tener... y algunos ni qué competiciones van a jugar. No se vende el producto jugador porque hay demasiados cambios en las plantillas y ello redunda en que el aficionado no se identifique."
Tampoco ayuda el modelo de rotaciones profundas que imponen la mayoría de los entrenadores, sobre todo en equipos fuertes. Al mirar la planilla estadística de un partido ACB, se verá normalmente una multitud de jugadores que disputan entre 15 y 25 minutos. Juan Carlos Navarro y Ricky Rubio, probablemente los dos jugadores más mediáticos de la liga, han promediado esta temporada 26 y 23 minutos respectivamente. No se da un contexto para grandes explosiones estadísticas que capten la atención de los fans. El máximo anotador de la competición este año, Jaycee Carroll del Gran Canaria, promedió 19.6 puntos. Fue el único en superar los 16 de media. Fernando San Emeterio del Baskonia, elegido MVP, promedió 11.7 puntos. Con cifras extrapolables a 48 minutos, San Emeterio, Top 15 en anotación en la ACB, hubiera terminado fuera del Top 70 en la NBA.
Los más puristas defienden el estilo de juego actual, pero al aficionado más casual le disguta.
"El juego que se practica en la ACB no es atractivo para el aficionado," opina César Nanclares, creador de la web TuBasket.com. "Va en contra de la esencia del deporte: en vez de buscar anotar más puntos que el rival, busca que el rival anote menos puntos. El juego, dominado por los entrenadores, es ultradefensivo, conservador y tacticista, por lo que el aficionado español, que en su mayoría descubrió el baloncesto de elite con un juego más ofensivo de los años 80, no compra el aburrimiento actual."
La ACB hace un buen trabajo dentro de sus posibilidades para promocionar la competición en el exterior. Sus partidos se pueden ver, según Mario Hernando, director de comunicación de la liga, en cerca de 100 países. Sin embargo, la relación entre ACB y televisión en España es complicada. Sus encuentros pasaron este año de televisarse en el conocido segundo canal de la TV pública a uno exclusivamente deportivo, con lo que las audiencias, no precisamente masivas antes, se resintieron aún más. Algunos choques importantes llegaron a no emitirse en directo porque coincidían con otros eventos de magnitud, como una final del tenista español Rafa Nadal contra el serbio Novak Djokovic.
Un problema añadido, según Nanclares, es que las retransmisiones no están a la altura.
"Son pésimas, anticuadas. Lejos de buscar su espacio, a años luz del gigantismo del fútbol y de la NBA, la ACB pretende competir de igual a igual cuando no está en condiciones de hacerlo. La estética de la liga y de sus equipos está pasada de moda - puesta en escena en los pabellones, iluminación, equipaciones, logos... La ACB no crea estrellas. Lleva años vendiendo más el envoltorio - como la organización, gestión, entrenadores, los clubes - que el contenido realmente importante - los jugadores. Por eso no tienen espacio ya ni en los informativos de deportes (en televisión)."
La liga, ahora muy consciente de que el cambio es necesario, está en un debate interno para buscar medidas que mejoren la vistosidad y el marketing de la competición, según Hernando.
"Somos autocríticos y estamos trabajando para obtener un público más alla del fiel que ahora tenemos. Tenemos un público fiel que llena las canchas, pero nos gustaría captar a gente. Tenemos estudiados algunos sistemas que veremos con los clubes para mejorar la anotación."
Un cambio importante a nivel organizativo ya se dio este sábado. La ACB otorgará a su presidente Eduardo Portela, de 77 años y con 21 en el cargo, un papel representativo y contratará próximamente a un consejero delegado para ocupar un rol más ejecutivo, que compartirá con una comisión delegada de clubes.
En cualquier caso, todas las nuevas medidas, si funcionan, quizá sirvan más para frenar la caída que para remontar el vuelo. Al menos, a corto plazo.
"Yo creo que esto tiene muy mal arreglo," afirma Felipo. "Primero porque el valor de su producto se ha depreciado tanto que se me antoja muy improbable encontrar el revulsivo en algo. Es un trabajo a largo plazo. Primero para sanear a los clubes, que han sufrido en sus economías, y luego para crear un sistema sostenible. Y luego, con los años, que éste sea de éxito."
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