NUEVA YORK -- El campeonato de la NBA recientemente ganado por los Dallas Mavericks tiene una serie de protagonistas e historias interesantes. Se puede comenzar con el alemán Dirk Nowitzki en su 13ra temporada en la liga, habiendo conseguido casi todos los honores individuales que un atleta de este nivel pudiera alcanzar (incluyendo JMV), pero siempre cargando con el estigma de "jugador blando que no podía ganar los juegos grandes", por no haber podido llevar a su equipo al título previamente.
Se puede continuar con un Jason Terry quien, siempre extrovertido y bocón, prácticamente garantizó un campeonato desde la pretemporada, cuando se hizo tatuar en su brazo derecho el trofeo Larry O'Brien y aseguró que se lo haría remover si los Mavs no alcanzaban el máximo logro esta temporada.
Podemos citar el caso de Shawn Marion, quien en 11 temporadas previas jugando a un altísimo nivel y figurando en muy buenos equipos en Phoenix, jamás había llegado siquiera a una Final de liga.
El técnico Rick Carlisle también tiene su historia interesante; habiendo dirigido a equipos contendores en Detroit e Indiana que siempre quedaban dando menos de su potencial, en parte debido a la forma de dirigir pre establecida e inflexible del mentor. No parecía el mismo técnico que durante esta postemporada rotaba toda su banca de un partido a otro, que utilizaba la zona como defensiva primaria en múltiples ocasiones y que fue capaz de cambiar su cuadro titular y su rotación de jugadores en el mismo medio de la Final.
Otra historia digna de acaparar la atención puede ser la del base José Juan Barea, quien sin ser seleccionado en el sorteo de novatos y en su quinta temporada en la liga, muchas veces menospreciado por la prensa debido a su baja estatura, se convirtió en una de las piezas más importantes del equipo en ambos costados de la cancha y de paso consiguió erigirse en el primer jugador nacido y desarrollado en Puerto Rico que obtenía un campeonato de la NBA.
También se puede mencionar al pívot Tyson Chandler y su malogrado traspaso de New Orleans a Oklahoma City en febrero del 2009, debido a no pasar el examen físico al que fue sometido por el médico del Thunder. Un posterior cambio de los Hornets a los Charlotte Bobcats abrió la puerta para que en julio del 2010 los Mavericks pudieran adquirirlo en otro trueque. Chandler fue el bastión defensivo en la posición de centro que Dallas había estado buscando por tanto tiempo y la lógica nos dice que si aquel doctor de OKC no hubiese vetado el cambio del 2009, quizás Tyson no hubiera llegado a jugar con el equipo de Mark Cuban.
Mucho se habló antes y durante la Final de la oportunidad que tenia Dallas de vengarse de la caída que sufriera en el 2006, pues el rival de esta ocasión, Miami Heat, era el mismo que le había derrotado en cuatro partidos consecutivos (luego de los Mavs haber ganado los primeros dos en casa) en aquella ocasión para privar a Nowitzki y Terry (los únicos dos jugadores que quedan en el equipo de aquella antigua edición) de su primer campeonato.
Pero no cabe duda que la mejor historia de todas las que rodearon el triunfo de Dallas es la de su veterano armador, Jason Kidd, quien a los 38 años de edad y luego de haber pasado 17 temporadas en la liga, incluyendo dos viajes previos a la Final cuando militaba con los New Jersey Nets, viene a obtener su primer campeonato en el ocaso de su brillantísima carrera.
Kidd comenzó su carrera precisamente en Dallas en 1994 y desde su llegada a la NBA impresionaba por su gran velocidad, fortaleza, capacidad atlética, visión de cancha, liderazgo y habilidad para pasar. Esa primera temporada compartió el premio de Novato del Año con Grant Hill, quien curiosamente también continúa jugando en la liga.
Tanto en sus dos temporadas en Dallas como en las cinco que estuvo posteriormente en Phoenix, Kidd era un asiduo participante en partidos de estrellas y miembro de alguno de los cuadros de honor de la liga, así como del quinteto ideal de jugadores defensivos. Pero fue en New Jersey donde Jason se convirtió en un ganador probado, guiando a una franquicia que nunca había estado siquiera cerca del éxito absoluto a dos finales de NBA consecutivas en 2002 y 2003.
Una cirugía de micro fractura en una de sus rodillas en julio del 2004 y la acumulación de partidos disputados le comenzó a robar gran parte de su capacidad atlética, lo que le obligó a reinventarse como jugador. Aunque siempre se había dicho que su falta de puntería en el tiro exterior era su gran debilidad, se dedicó a trabajar en su tiro de tres puntos de forma tal que se llegó a convertir en un especialista.
Ya no penetraba tanto como antes ni se movía tan rápido en defensa, pero conservaba la habilidad para pasar, capturar rebotes y utilizaba su gran anticipación y fortaleza para defender con éxito a jugadores más atléticos que él. Además su mejoría en el triple fue tal que hoy en día es el tercer anotador más prolífico desde esa área en la historia de la liga.
Su regreso a Dallas ocurrió en febrero del 2008, en un cambio por el también base Devin Harris y fueron muchos los que criticaron a Cuban por desprenderse de un armador talentoso y con un gran futuro para adquirir a otro que muchos consideraban ya acabado. Pero hoy día, 3 años después Kidd y Cuban pueden reírse de sus detractores porque el "viejito" fue clave en el campeonato obtenido.
Sus números en puntos y asistencias fueron los más bajos de toda su carrera, pero nadie puede negar su contribución armando el ataque, defendiendo a jugadores como Kobe Bryant, Kevin Durant o Dwyane Wade, encestando triples en momentos definitorios de partidos, logrando algún robo o rebote clave y, sobre todo, calmando a sus compañeros en los momentos más tensos de esta postemporada.
Si a alguien se le agotaban las oportunidades de obtener un título era a Kidd y si alguien puso todas sus cartas sobre la mesa para lograrlo fue precisamente él. Por eso, su historia de campeón es la más digna de contar, entre varias muy buenas de estos campeones.
Carlos Morales//ESPNDEPORTES.COM
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