Y entonces, un día, llegamos al sexto round de las Finales.
No podemos pedir mucho más para este cierre de campeonato, porque lo hemos visto todo: definiciones de último segundo, declaraciones explosivas, cierres más dramáticos que bien jugados, cambios de estrategia, modificación en los roles protagónicos.
Desde el Juego 1 de esta serie, la incertidumbre pasó a ser la única certeza. La inanidad de los pronósticos quedó en evidencia con cuatro partidos definidos en el último segundo de acción, siendo Dirk Nowitzki el elemento, para bien o para mal, que derribó con la yema de sus dedos la música del azar de los cuartos decisivos.
El domingo podemos tener un nuevo campeón de NBA, si es que Dallas termina siendo una visita molesta en Miami. ¿Ya, tan pronto? El tiempo siempre parece poco cuando de básquetbol se trata. Vamos, a no mostrar tanta pena que aún queda mucho básquetbol por jugar y hay varias preguntas por resolver.
Por lo tanto, la idea de esta entrega es brindar algunas líneas de lectura para el sexto juego que se aproxima.
El ataque del Heat a la zona 3-2. Sistemáticamente esta defensa se intensifica en los últimos cuartos, siendo Tyson Chandler el gigante movedizo que cierra las penetraciones con sus ayudas e impide la estaticidad que derivaría en defensa ilegal. Dwyane Wade es quien mejor lee cómo atacar a esta defensa, sobre todo por su agresividad para ir hacia el aro. Erik Spoelstra debe trabajar en el movimiento del balón veloz -los triples de Mario Chalmers son una consecuencia de girar la pelota a velocidad- y también en la subida de los internos a la altura del poste alto para poder recibir, atacar o descargar para desequilibrar la defensa. ¿Por qué esto suena casi descabellado? Porque Chris Bosh no es un jugador que disfrute del contacto, prefiere abrirse y lanzar de media distancia que tener que vérselas debajo del aro contra alguna torre de poder. Udonis Haslem lo mismo. Quizás Joel Anthony tenga algo más de roce para ejecutar algo de este tipo, pero al tener tan poca ductilidad con el aro, sus soluciones sólo pasan por pasar el balón y por lo tanto se convierte en predecible. Los Mavericks, por su parte, tienen que intentar hacer una zona matchup, no tan liberada, para no perder de vista los cortes por el fondo de cancha.
La defensa de los Mavericks en el pick and roll. Curiosamente, Dallas tuvo que ingerir un trago de su propia medicina. El Heat, con LeBron James como estandarte pasador, entendió muy bien cómo atacar con este movimiento simple pero efectivo. La cuestión era sencilla: el pick del interno del Heat nunca llegaba a destino, era más bien un amague de cortina con corte directo hacia el aro. Esto abría dos opciones: 1) recepción del pick falso y ataque al aro directo 2) recepción del pick falso y pase a una tercera opción, que quedaba liberado luego de que su defensor saltase a ayudar. Los Mavericks lograron salir airosos, pero Rick Carlisle debe mirar muy de cerca este pasaje del juego porque no siempre se escapa sin un rasguño de una montaña en derrumbe.
La salud de Dwyane Wade. El choque de frente con Brian Cardinal con 4:01 minutos por jugar en el primer cuarto del Juego 5 de la serie hizo que D-Wade tenga que pasar por el vestuario para recibir atención en la parte izquierda de su cadera. Con James jugando de pasador, la punta de lanza es siempre el escolta campeón con el Heat en 2006. Volvió a jugar, se lo vio bien pero estaba dolorido. Tuvo tres días para recuperar su plena forma, pero esos golpes de frente, con tanta carga de partidos en la espalda, siempre dejan alguna secuela. Wade dijo que él "no habla de las lesiones". Lo respetamos, pero seguramente el mundo hable de lo que le sucede el domingo cuando lo vea, con lupa, en cada una de sus arremetidas.
La aparición del pequeño gigante boricua. Cuando lo vemos correr a José Juan Barea en ofensiva estacionada, parece que entramos en una de esas películas made in Hollywood en la que un niño juega con profesionales y termina siendo el más destacado. "Se para el pelo para parecer más alto", dijo alguna vez Dirk Nowitzki, bromeando sobre su compañero. Y es cierto que parece pequeño, pero es tan efectivo que ha hecho olvidar a los fanáticos de Dallas de que existió alguna vez alguien llamado Rodrigue Beaubois. O Devin Harris. Barea apareció en todo su esplendor en el 5° juego de la serie, penetrando las defensas con intensidad y lanzando triples claves cuando el partido se cocinaba a fuego lento en el tercer cuarto. Más allá de su producción personal -siempre importante- Barea hace que la ofensiva sea movediza, fluida y que la cancha se haga más abierta, evitando caer en la única solución de Nowitzki. Al aparecer las ayudas del Heat en sus penetraciones, la descarga despierta lanzamientos cómodos.
Los últimos minutos de LeBron. A esta altura este comentario tiene tantas aristas y desviaciones que lo único que hace es confundir. Pero, pese a decir esto, es imposible que lo pasemos por alto. Aquí no comparamos a LeBron con nadie por la simple razón de que nos parece un ejercicio fútil. El Heat gozó de tres cuartos de James para el recuerdo en el Juego 5, anotando puntos, entregando asistencias, tomando rebotes y defendiendo. Pero en el final de los partidos, Miami necesita una cuota extra de su estrella que no está apareciendo. Cerca del aro, James sigue siendo peligroso, pero los problemas radicales surgen cuando se aleja a tomar lanzamientos de media y larga distancia: tiene tanta presión encima, sufre tanto el qué dirán que termina jugando nervioso y no alcanza a plasmar todo lo que sabe hacer. El jueves, sumó su cuarto partido en fila con dos puntos o menos en el cuarto de cierre. Y un dato más: en el 'crunch time', James tuvo 0-7 en estas Finales, con 0 puntos, 0 rebotes y dos asistencias. Nowitzki, por citar un ejemplo, tuvo 8-12, 26 puntos, siete rebotes y un pase-gol.
Nowitzki como opción, no como obligación. Todos sabemos que para el tanque alemán, la presión es sólo una palabra de siete letras. No significa más que eso. Tiene el mismo gesto cuando encesta que cuando falla: toma la situación con tanta naturalidad como si estuviese pidiendo una salchicha con chucrut sentado en un pub de Berlín. Para Dallas, de todos modos, no sirve que todas las pelotas sean de Dirk. Lo mejor que le pudo pasar al equipo de Mavericks fue contagiar al resto de los soldados, que Jason Terry vuelva a clavar esa daga en el medio del pecho de sus defensores, que Jason Kidd tome el tiro cuando está en soledad, que Chandler arremeta contra el aro cuando la pelota llega en la zona pintada. Nowitzki lo sabe, Carlisle lo sabe y ahora lo sabe el resto de los mortales. El básquetbol es un trabajo de equipo, lo demás es pan para hoy, hambre para mañana.
La misión del Heat: llevar a los Mavericks a las esquinas. ¿Dónde es más fácil doblar a un jugador? En los costados de la cancha. En ese lugar es donde Spoelstra y sus asistentes pretenden encontrar a Nowitzki para hacerle el 2-1. Digamos que esa es la batalla que se libra noche a noche, lo que los Mavs pretenden y los que el Heat intenta corregir. Si observamos de cerca, es casi incontrolable Nowitzki cuando sube al poste alto y ataca desde el centro. Así aparecieron las célebres bandejas con mano izquierda y derecha que terminaron en triunfos de Dallas. Si la pelota llega a las esquinas, es trabajo fácil para los defensores y la rotación de balón se hace problemática. Sobre todo ahora que no está Caron Butler, todo un asesino para penetrar por la línea de fondo.
La experiencia de Kidd, ese valor incalculable. Hemos visto una tendencia en estas Finales y es que el Heat cae en el marcador y los Mavericks, como un caballo desbocado, toman la delantera en los metros finales. La razón tiene que ver con la experiencia en el manejo del balón, con la diferencia entre tener un base de mil batallas como Kidd o tener a un escolta disfrazado de armador. Tarde o temprano, esto queda en evidencia. Pese a no haber sido un equipo de campeonato en los últimos años, Dallas se comporta en los cierres como si fueran los Lakers o los Celtics. Se equivocan a lo largo del último cuarto, pero rara vez fallan en las dos o tres pelotas decisivas del partido. Esta cuota de experiencia sirve para quedarse con los partidos, para entender qué decisión tomar cuando verdaderamente importa. En definitiva, el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo.
La defensa es lo que entrega campeonatos. Okey, es verdad, el quinto juego fue, a diferencia de lo que sucedió a lo largo de la serie, un partido netamente ofensivo. Pero hay que aclarar que será muy difícil que se repita, por lo que poner el acento sólo sobre el ataque puede ser como hacer equilibrio descalzo encima de una cuchilla. El poderío ofensivo de estos equipos es notable, pero no han llegado a esta instancia del campeonato precisamente por lastimar con el balón. Su virtud más notable ha estado en el retroceso, en saber cómo controlar las armas más peligrosas del rival. En el 5° juego, los Mavericks estuvieron muy certeros desde la tercera dimensión, pero a esa precisión natural hay que sumarle que la defensa del Heat no tuvo una rotación defensiva veloz, como si había hecho en la serie ante los Bulls. Quien esté más encendido en ese aspecto, ganará el juego. Tan simple e importante como eso.
La importancia de los suplentes. La profundidad de la banca es un factor crucial en este momento, porque los equipos están desgastados, por lo que la posibilidad de poder mover piezas y encontrar soluciones es fundamental para ambos entrenadores. Carlisle acertó en grande al colocar a Barea como titular, haciendo saltar a DeShawn Stevenson desde el banco. Ni hablar con Cardinal por el lastimoso Peja Stojakovic, lo que le da al equipo más fuerza y energía en la zona pintada. Si a eso le sumamos que, tras sufrir el crujido de los huesos de tanto tiempo de inactividad, Ian Mahinmi se convirtió en alguien productivo tras el impedimento por lesión de Brendan Haywood, los Mavericks han disfrutado de sus variantes. El Heat es y fue menos profundo que su rival, pero sería un error pensar que sólo son el Big Three: Mike Miller, Haslem, Chalmers, Anthony y, en menor medida, Mike Bibby y Juwan Howard, le han dado cosas a su equipo. Dallas tiene la pulseada ganada en este aspecto, pero Spoelstra deberá agudizar su inteligencia para evitar que se note en el trascendental partido del domingo.
Bruno Altieri // ESPNDEPORTES.COM
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